BOMBAS SOBRE BIELSA[1]
Por Antonio Gascón Ricao
A modo de explicación
Es harto complicado rebatir o
aclarar objetivamente determinados hechos históricos cuando dichos hechos se
han mantenido como verdades absolutas durante largas décadas, como es en el
caso general de nuestra última guerra civil, máxime al sufrir a posteriori tan
dilatado período de adoctrinamiento partidista, que no propició precisamente
una aproximación más real y objetiva a ellos.
Buena prueba es que acciones tales
como el bombardeo de Guernica a cargo de la aviación nacional, en su caso de
la Legión Cóndor en abril de 1937, admitida por el propio gobierno alemán
actual, siguen, aún hoy en día sin ser aceptada totalmente por algunos recalcitrantes
historiadores con nombre propio, vestigios de viejas y caducas ideologías,
empeñados en mantener una versión inamovible y por supuesto partidista.
Otro hecho, en este caso acaecido
en Aragón, es la destrucción sufrida, en junio de 1938, por los valles de Gistau
y Bielsa, que ha sido desde aquellas fechas hasta casi las actuales, atribuida
única y exclusivamente a la responsabilidad e intervención de la 43ª División
republicana, autora, según las mismas fuentes, de aquella masiva aniquilación
de todos sus núcleos rurales y urbanos.
Es indudable que las unidades
republicanas, camino ya de la frontera y por tanto en retirada, procedieron
a demoler y destruir objetivos estratégicos o el material rodante que no
pudieron replegar físicamente a Francia. Del mismo modo que resulta innegable
que en determinadas ocasiones el bando republicano procedió a demoler o
incendiar posiciones muy determinadas ante la inminente caída de éstas en manos
del enemigo, actitud llamémosla "normal" en cualquier ejército con
indiferencia de la época.
Pero igualmente también cabe
reconocer como un hecho indiscutible, que el ejército nacional, que mantuvo un
férreo cerco de fuego sobre la zona, no pudo resultar totalmente inocente en aquella
misma destrucción, ya que, durante los largos días que duró el asedio y al
utilizar masiva e indiscriminadamente su artillería o los morteros, y sólo en
el plano humano, fueron la principal causa del 60 % de las bajas sufridas por
los defensores republicanos, en muchos casos, atrincherados como es lógico
en los propios núcleos urbanos.
Buena muestra de dicha
hipocresía histórica son las siguientes líneas extraídas de un conocido militar
nacional, José María de Lojendio, que sin rubor explicaba su particular visión
de aquellos hechos, obviando la dura intervención de las tropas de su bando, y
cargando así toda la responsabilidad sobre el ejército enemigo:
“Concluía esta brillante campaña de la 3ª División de Navarra
con la amargura y el dolor que produce el ver los pueblos deshechos, las casas
saqueadas y las poblaciones civiles obligadas a evacuar y marchar hacia Francia
por los caminos perdidos entre las nieves de la montaña. Con esta evacuación
trágica y despiadada quisieron los marxistas impresionar, a base de una
propaganda sentimental, a los públicos del otro lado del Pirineo. Obligaron a
los ancianos, a las mujeres y a los niños a seguirles en su fuga desmoralizada.
Y para forzarles a ello destrozaban e incendiaban esas pobres casas aldeanas,
refugio de familias humildes, trabajadoras y honestas, que albergaron en paz,
hasta la llegada del marxismo”.
El tópico como
historia
Otro
tópico mantenido por los vencedores, es la falta de combatividad de la propia
43ª División, a la que se acusaba de ineficaz e inoperante, llegando a la
desfachatez de utilizar incluso algún texto crítico del bando republicano como
apoyo de semejante argumento. Para probarlo acusaban al enemigo de no combatir,
argumentando con ello el por qué de su elevada moral. Valga aquí el comentario
de Martínez Bande como muestra de aquella falacia:
“...La moral de soldados de Beltrán, pese a los rigores del
clima,... podía ser muy buena por la sencilla razón de que no combatían. Además
[...] no estaban aislados ni abandonados a sus propios medios...”.
La desmemoria histórica se
hace también patente en el último comentario anteriormente visto, si se
recuerda que los nacionales tuvieron que utilizar, a lo largo de casi tres
meses que duró el cerco de Bielsa, a casi tres divisiones de infantería para
reducir a la mermada 43ª División: la 62ª (Sagardía), autora primera del embolsamiento
por el Sur; la 3ª de Navarra (Iruretagoyena), que trató inútilmente de
reducirlo en diversas ocasiones, y la Agrupación Lombana, que enviada como
refuerzo para concluir la operación fue al final la decisiva, sin contar en
ello a la potente artillería nacional de cerco que no paró de disparar ni un
solo día.
La otra realidad fue que la
"inoperante" 43ª División, aguantó a pie firme dos grandes ofensivas
enemigas. La primera, la del 3 de abril que se prolongó hasta el 5 del mismo
mes, y la segunda que tuvo lugar durante los días 14 al 15 de abril. Por su
parte, la 43ª División todavía tuvo el valor de contraatacar el 25 de mayo, o
de resistir una tercera ofensiva, en este caso la última, que duró desde 9 de
junio hasta el 15. Momento en que ante la falta absoluta de munición y guardando
el orden necesario, la división se replegó a Francia sin rendirse.
Durante el mismo periodo que
duró la Bolsa de Bielsa, y desmintiendo las afirmaciones partidistas, las bajas
nacionales alcanzaron la nada despreciable cifra de casi ochocientas entre
muertos y heridos, más otro millar más de bajas entre enfermos o víctimas de
congelación. Escandaloso detalle numérico que descubre bien a las claras la
fiera combatividad o la resistencia a ultranza de la 43ª División.
Visto lo anterior, resulta
comprensible que el mando nacional, formado por militares profesionales
africanistas, encubrieran con vulgares y zafias excusas su propia
incompetencia, tanto la de sus mandos como la mala planificación de las operaciones
generales, o lo poco eficiente que resultó ser su servicio de información,
convencido de que los republicanos estaban dispuestos a retirarse a Francia sin
plantar cara, tratando con todo ello de minimizar el papel jugado en la
defensa de la Bolsa de Bielsa por los mandos republicanos, provenientes todos
ellos de las milicias populares y encabezados por Antonio Beltrán, el Esquinazau, de hecho otro paisano más.
Es evidente pues, que no se
podía aceptar entre los militares nacionales que un puñado de civiles,
embutidos en uniformes militares, con medios cortos y reducidos, fruto de la
hipócrita política del Comité de No Intervención, hubieran sido capaces de
resistir en un medio hostil 75 días, con una visión estratégica y logística
que para si hubieran deseado sus oponentes.
Con una retaguardia
inexistente, mermados y sin reservas tras el repliegue al producirse en marzo
de 1938 el hundimiento total del Ejército del Este republicano, los apenas
7.500 combatientes de la 43ª División, faltos de suministros, tanto de boca
como de sanidad o de munición, con sólo tres cañones, sin apenas parque de
municionamiento, 25 escasos proyectiles, supieron suplir las carencias con
ingenio y en ocasiones con audacia, abasteciéndose en base a puntuales incursiones
tras las líneas enemigas. Incursiones de las que se encargaba una Compañía del
XVI Cuerpo de Guerrilleros al mando del capitán Anguita, muerto heroicamente en
Pineta el penúltimo día de la retirada.
Nada resignados a su situación
de cerco, llegaron incluso a solicitar al Estado Mayor Central que se les
permitiera su propia disolución como unidad regular, para pasar a
reconvertirse en unidad guerrillera y de esta manera tratar de infiltrarse tras
la retaguardia fascista, más en concreto en la zona de Zuera. A pesar de la
negativa del mando central, la unidad, que ya contaba con una compañía del XIV
Cuerpo de Ejército de guerrilleros, creó otra unidad de idénticas características,
que jugó un importante papel en operaciones de información y sabotaje, llegando
en sus andanzas incluso hasta la propia Jaca.
La aviación
Pero lo más sorprendente es la
actitud de los historiadores nacionales, confabulados en una ocultación
sistemática sobre el papel jugado por la aviación fascista, que desde el 3 de
abril al 15 de junio de 1938, actuó en la reducción y liquidación de la
llamada Bolsa de Bielsa, de la que se celebra en estos días el 82 aniversario.
No vamos a entrar pues en este
trabajo concreto, explicando las operaciones terrestres suficientemente
relatadas en los últimos años, sino en el papel fundamental ejercido por la aviación
nacional, y como contrapunto el intento republicano de contrarrestar el mismo
interponiéndole la misma arma, es decir, la aviación.
Tras el hundimiento del
republicano Ejército del Este a finales de marzo, el día 3 de abril, y en el que
fue el primer intento rebelde por forzar la entrada a los valles sobre el eje
de la carretera de Broto a Aínsa que concluyó en un rotundo fracaso, por vez
primera sobrevoló el escenario de operaciones la aviación nacional con: “...dos
servicios de una escuadrilla [...] de bombardeo ligero”. A partir de aquel
momento será reiterativa su intervención, ya fuera de caza o de bombardeo, como un elemento más a
operar sobre el cerco.
“La aviación rebelde cada día volaba sobre nuestro sector de
una forma matemática, mañana y tarde bombardeando las líneas avanzadas y
algunos pueblos de la retaguardia”.
El testimonio de Beltrán,
corroborado por otras fuentes, tanto amigas como enemigas, es demoledor. Luego
entonces, son comprensibles los silencios o las negaciones absolutas.
Ante esta moderna arma, y más
aun 82 años atrás, poco o nada pudieron hacer los combatientes de la 43ª
División, salvo echar imaginación e ingenio. Y es que, donde faltaban bombas
sobraba corazón.
“La aviación enemiga, durante los 15 primeros días de abril,
ametrallaba y bombardeaba nuestras posiciones de vanguardia y los pueblos
donde ellos creían que estaban nuestras reservas. Hubo necesidad de establecer
puestos antiaéreos con ametralladoras y fusiles en los picos a 3.000 metros de
altura, que lograron derribar algunos aviones, y se evitó el que
posteriormente bajaran a ametrallar las posiciones. No se pudo evitar con ello
los bombardeos, pero como tenían que hacerlo a más de 5.000 metros, ya no lo
hacían con la misma precisión que antes, así los puestos antiaéreos dieron muy
buen resultado”.
Los primeros objetivos
Dejando por un momento a un
lado el optimista comentario anterior de Beltrán, lejano en el tiempo y en el
espacio, -dicho cometario fue escrito por él mismo en la Academia Fruncer de
Moscú en 1941-, la realidad fue que la buena voluntad quedó resumida, en el
plano práctico, a un único alcance de un He-51 el 9 de junio, momento en que
fue herido en una mano el piloto nacional José Arango que llevaba como copiloto
al austriaco Willy Wackoning, hijo del cónsul de la misma nacionalidad,
ejecutado en Bilbao un tiempo antes por los gubernamentales.
Pero es indudable que el
hostigamiento, ya no solo por parte de los efectivos republicanos asignados, sino también por muchos de los
combatientes que montaban las guardias en los pasos de montaña, y que se
dedicaban olímpicamente al "tiro pichón" en cuanto los aparatos
enemigos hacían acto de presencia, condicionó que los operativos de aquellos,
ya de por sí complicados por la altitud y la estrechez de los valles o por la
poca capacidad operativa de los aparatos, resultaran muy incómodos y con un
riesgo muy elevado, tanto para las máquinas como para sus tripulantes.
El mando nacional era puntual
conocedor, con anterioridad a la ofensiva de marzo, de la existencia de un
campo de aviación republicano en Belsierre. Así, desde los primeros días de la
Bolsa, periódicamente efectuó misiones de bombardeo sobre el lugar con el
objeto de inutilizarlo. Y no andaba muy desencaminado al prever que en un
momento determinado los cercados podrían plantearse la creación de un campo de
aterrizaje operativo en la zona, que por su supuesto no habría de ser el ya
conocido de antiguo por ellos.
Otro factor que tuvo en cuenta
el mando rebelde en lo referido a la aviación, utilizada en primer lugar sobre
objetivos civiles como medida psicológica para crear el terror entre la población
civil, y motivo principal de la evacuación de aquella a Francia en los primeros
días del cerco, fue la búsqueda y destrucción del material rodante, ya fueran
coches, ambulancias o camiones, así como de los depósitos de municiones. Lo
que obligó al mando republicano a tener que volver a agudizar su ingenio.
Los vehículos o los mulos, principal
medio de transporte en aquella zona, tanto para el abastecimiento normal como
para la retirada de los innumerables heridos, fueron sistemáticamente y a
diario ocultados en los lugares más insospechados fuera de la vista de los
aparatos que los podían convertir en un fácil objetivo. Túneles, vaguadas o
fortificaciones camufladas eran utilizados en aquella lucha diaria en un
intento sistemático de ocultarse a la vista de tan molesto visitante.
El aeródromo que nunca existió
Descartado el aeródromo de
Belsierre por el mando republicano de la división, dado el interés mostrado
por el enemigo, a mediados de abril se pensó en otro lugar mucho más idóneo. La
constante zozobra del mando ante la suerte que corría cada día la entrega de
los libros de claves, lanzados oportunamente por solitarios aviones leales
procedentes de Francia, y que en muchas ocasiones acaban en manos enemigas al
errar en su entrega, fue una de las principales causas.
Hoy resulta cómica la
interpretación de los servicios de inteligencia nacionales de un telegrama
interceptado de fecha 23-4-38, en donde se daban instrucciones concretas al
respecto, y que fue "traducido" como que la inactividad y el relajamiento
de la unidad republicana era tal y su moral tan excelente que solicitaban “diarios”,
es decir, periódicos, para su esparcimiento, sin reparar ni descifrar de este
modo las palabras clave de aquel telegrama:
“...la 43ª División [...]
solicita prensa diaria. Ruégole haga
gestiones para que algún avión la deje caer en Parzán, norte de Bielsa, donde
existe señal de jalonamiento. Moral excelente...”.
Otro de los motivos en que se fundamentó, era
la posibilidad de basar en él una escuadrilla de caza, que podría servir para
desbaratar las acciones diarias de la aviación enemiga basada esta en Castejón
del Puente, y a su vez podría servirles de apoyo en la ofensiva republicana
que aquellos días se estaba planeando y que debería tener lugar sobre Balaguer,
Tremp y Serós, operación en la cual la 43ª División tenía asignado un importante
papel a jugar.
A tal fin se eligió la parte
baja del valle de Pineta, escudada al sur por la enorme muralla de paredes
cuyos picos, entre ellos Monte Perdido, sobrepasan los 2.500 metros de altitud.
El llano de Pineta
En este llano, en que se
represa el río Cinca, ante lo que después sería la Residencia del Padre Turull
de los padres escolapios de Barcelona, que de sanatorio antituberculoso a cargo
de la clínica La Alianza pasó a cumplir en aquellas fechas las funciones de
hospital de sangre, 350 hombres iniciaron a primeros de mayo los primeros
trabajos vaciando los márgenes y plantando estacas en el fondo del pantano allí
existente con la intención de conseguir, con un firme adecuado, una pista más
larga y practicable.
Dichos trabajos, que se veían muy
a menudo entorpecidos por las inclemencias del tiempo, a causa de las
constantes tormentas de lluvia y nieve, tenían lugar en las horas en que se
presuponía que la aviación enemiga no haría su aparición, y siempre pendientes
de la oportuna colocación del imprescindible camuflaje en las horas de bonanza,
que no denunciaran al enemigo su existencia.
El 23 de mayo, una avioneta
civil procedente de Ossun (Francia) -avistada por la 3ª de Navarra, en cuyo
"Diario de operaciones" se consignó el hecho, pero sin prestarle
mayor importancia (muestra una vez más de la ineficacia de los servicios de
"inteligencia" nacionales)-, sobrevoló el macizo de las Tres Sorores
y logró aterrizar en él sin novedad para emprender de inmediato, una vez
comprobado el buen estado de la pista, el vuelo de regreso a Francia.
Pero la información sobre su
existencia llegó a los nacionales el día 30, de boca de un desertor -el propio
director del hospital, según declaró el pasado, pues era el capitán médico
Manuel Mur Sierra, identificación evidentemente falsa pues dicho capitán se
retirará el último día con la división-, noticia que provocó a media mañana del
día siguiente un intenso bombardeo aéreo que, si bien no causó por fortuna bajas
físicas, si alcanzó su objetivo al dañar incluso el inmueble del propio
hospital, del que resultó destruida una habitación y en parte el comedor del
tercer piso.
La eventual puesta a punto de aquel
aeródromo a retaguardia de las líneas nacionales, así como la reanudación de
las obras tras el bombardeo, de las cuales informó puntual el 3 de junio la “estafeta
23”, el James Bond del momento -que en esta ocasión si fue bien interpretado-,
que recargando un poco más las tintas, hablaba también de su inminente
conclusión o de que los republicanos estaban a punto de basar en su pista dos
o tres cazas, fueron parte de las principales causas que pusieron la mosca tras
la oreja del mando nacional.
A todo lo anterior, se vino a
sumar la eminente posibilidad de la reapertura de la frontera francesa,
cerrada desde el 15 de abril anterior, circunstancia que en un momento dado
permitiría reabastecer desde Francia a la 43ª División. Aquel cúmulo de
posibilidades, debió mover al gobierno rebelde de Burgos a tener que considerar
prioritaria la liquidación inmediata de la Bolsa y, en consecuencia, como
primera medida, se tomó la decisión de destinar nuevas fuerzas al cerco para
reforzar a las ya existentes en aquel sector, concretamente la 3ª División de Navarra.
Que el propio Beltrán concedía
la mayor importancia a aquellos trabajos de Pineta, lo demuestra de manera suficiente
el hecho de que a las 11 de la mañana del 12 de junio, es decir, desencadenado
ya el ataque final que obligaba a la división a una constante rectificación de
líneas y que, en cuestión de horas, iba a lograr el desalojo definitivo de la
43ª, encontró todavía tiempo para ordenar lacónico que la sección de ingenieros
de la división continuase “construyendo
el campo” de Pineta, muestra muy evidente de que la moral precisamente no
faltaba.
La ofensiva republicana
El 18 de mayo, el Estado Mayor
Central encargó a la 43ª División el
abrirse paso, con sus medios, al sur hasta Aínsa -carretera de El Grado-, y al
oeste por el collado de Sahún -carretera de Benasque- hasta Graus, donde
debería enlazar con una columna motorizada, que llegaría hasta aquel punto
previa ruptura del frente nacional en cabeza de puente Serós, y cuya misión
general consistía en ocupar la famosa línea Cinca, envolviendo con ambos
movimientos a las tropas nacionales que quedarían así aisladas al norte y al
este, recuperándose así de paso y para la República la cuenca hidroeléctrica
del Noguera Pallaresa y Noguera Ribagorzana. Operación por cierto muy
ambiciosa y que corrió a cargo de Vicente Rojo.
Tres días después de comenzada
la ofensiva republicana sobre Balaguer, el 25 de mayo, la 43ª División inició
la marcha hacia los lugares de partida. Pero el fracaso de la ofensiva gubernamental
determinó que se dieran por concluidas las operaciones el día 1 de junio. Aquel
mismo día, la división, dividida tácticamente en tres columnas, se tuvo que
replegar a sus posiciones de partida no sin antes sufrir 22 bajas en aquellos
combates.
La aviación nacional, inactiva
desde el 14 mayo a causa de las desfavorables condiciones meteorológicas,
volvió a la carga el 21 y no pararía hasta el 2 del mes siguiente. El
movimiento de la 43, en su intento por romper el cerco, provocó otra nueva reacción
del enemigo al tratar este de fijarla en sus posiciones. A finales de mes se
desencadenó un intenso fuego de artillería y morteros, que se prolongó sin
pausa a todo lo largo de los seis primeros días de junio.
El repliegue de la unidad no
quebró su moral combativa, sino más bien lo contrario. Al día siguiente el
mando ordenó el inicio de:
“…una serie de acciones
ofensivas [...] que nos permitan asegurar las condiciones de defensa de los
distintos Sub-sectores, situándonos a la vez en futuras bases de partida para
ulteriores operaciones...”.
Y remachaba:
“...tratando además con ello
de desconcertar al enemigo, manteniéndolo en continua alarma”.
El 2 de junio, y siguiendo aquellas
órdenes, se realizó entre otras una incursión sobre Monte Perdido, sierra
Custodia y Mondicieto, que llegó en su penetración hasta la ermita de San Pelayo,
al norte de Fanlo, y cuyo botín material consistió en “1.500 ovejas [que se
llevaron] hacia el Puerto”, ganado que pasó a engrosar las reservas
alimenticias divisionarias, y botín que reconoció incluso el enemigo al
asentarlo en su Diario de Operaciones.
La invisible aviación franquista
Aquellos continuos
hostigamientos republicanos, sumados a la posibilidad de reapertura de la
frontera, y sobre todo, al posible uso por los cercados del aeródromo de Pineta,
determinaron que la Bolsa, para Burgos, dejara de ser un teatro de operaciones
secundario en la guerra, y que se hiciera efectiva la orden de asalto,
redactada ya el 16 mayo y aplazada durante unos días a causa de la ofensiva republicana
sobre Balaguer.
Como preludio de la ofensiva,
se iniciaron los bombardeos preparatorios para el asalto final que tuvieron
lugar en los días 7 y 8 de junio y que corrieron a cargo de los Savoias-79, que
se dedicaron a lanzar bombas incendiarias, de manera sistemática, sobre Bielsa,
Plan y otros núcleos urbanos de la zona provocando enormes incendios, mientras
se atacaba con granadas rompedoras las vías de comunicación, hecho que gráficamente
quedó reflejado en aquellas fechas de mano del anónimo redactor del Diario de
Operaciones de la 72ª Brigada Mixta
“A las 9,30 [del día 8] nueve Saboyas sobrevuelan repetidas
veces nuestro sector arrojando dos bombas sobre Laspuña y oyéndose explosiones
en Hospital de Tella. Bombardean Salinas con bastante intensidad pero sin
consecuencias. A las 13 horas, tres Junkers procedentes del Sur atraviesan
nuestro sector dirección Plán. A las 13,20, procedentes del Sur, cinco Junkers,
al parecer los mismos que la vez anterior, se dirigen por nuestro sector hacia
Plan y a las 13,30 tres Junkers hacen otra incursión en dirección Plan”.
Al día siguiente
desembarcaron, procedentes de Tremp, los “moros” de la Agrupación Lombana, que
venían a reforzar a la 3ª de Navarra. Empezaba así a levantarse el telón del
último acto en la Bolsa de Bielsa, donde la "invisible", pero
mortífera aviación fascista continuaría jugando con paisanos y militares
leales a un "póquer" mortal, a todo lo largo de seis interminables días
más.
ANEXOS
1.- Efectivos franquistas durante la reducción de
la Bolsa de Bielsa en junio de 1938
3ª División de
Navarra
Jefe de División: general José Iruretagoyena y Solchaga
Jefe de Estado Mayor: comandante Luis García Laigorri
Infantería
1ª Agrupación de
Infantería
Jefe: teniente coronel Moliner
2ª Bandera de FET y de las JONS de Palencia
7º Batallón del Regimiento Bailén
63 Batallón del Regimiento Bailén
5º Batallón del Regimiento Arapiles
Tropas afectas
Batallón mixto de montaña
2ª Agrupación de
Infantería
Jefe: teniente coronel Ruiz Moriones
7º Batallón del Regimiento San Marcial
2º Batallón del Regimiento Burgos
2ª Batallón del Regimiento Galicia
11º Batallón del Regimiento América
Tropas afectas
9º Batallón de San Marcial (perteneciente a la 62 División)
306º Batallón de guarnición del Regimiento Galicia
3ª Agrupación de
Infantería
Jefe: teniente coronel Iglesias
61º Batallón del Regimiento San Marcial
3ª Bandera de FET y de las JONS de Burgos
4º Batallón del Regimiento San Marcial
Ingenieros
2ª y 3ª Compañía del 6º Batallón de zapadores-minadores
8ª Compañía de Transmisiones
Tropas Auxiliares
Compañía de Intendencia
Compañía de Sanidad
Compañía de Veterinaria
Artillería
1º Grupo de
artillería de 75 Mm.
7ª Batería del Regimiento de Artillería pesada núm. 1
29ª Batería del Regimiento de Artillería de Costa núm. 3
30ª Batería del Regimiento de Artillería de Costa núm. 3
2º Grupo de
artillería de 75 Mm.
31ª Batería del Regimiento de Artillería de Costa núm. 3
32ª Batería del Regimiento de Artillería de Costa núm. 3
33ª Batería del Regimiento de Artillería de Costa núm. 3
Agrupación Lombana,
Cuerpo de Ejército Marroquí (adscrita a la 3ª en 8-6-38)
Jefe de la Agrupación: teniente coronel Lombana
16ª Bandera del Tercio
17ª Bandera del Tercio
9º Tabor de Regulares de Tetuán
Tabor de Regulares de Ifni
73º Batallón del Regimiento Toledo
Artillería
Jefe de la Artillería: teniente coronel López Quesada
2 Baterías de 65 Mm.
3 Baterías de 105 Mm.
2 Baterías de 155 Mm. de montaña
2 Baterías de 155 Mm.
(Elaboración del autor)
2.- La aviación franquista sobre Bielsa
Grupo 4-G-12 de
cazas Romeo-37, (Ro-37), (Castejón
del Puente)
Mes y día Núm. aparatos Objetivos Núm. servicios
Abril 1938
15 5 Lafortunada
21 5 Lafortunada
25 5 Aeródromo Belsierre
26 5 Aeródromo
Belsierre
30 6
Mayo 1938
1 6
3
2 2
4
5 6
9 6 Bestué
y Los Lobos
10 5
2
11 2
12 Bielsa 2
Grupo 6-G-15, de bombarderos ligeros Heinkel-45, “Pavas”, (He-45),
(Castejón del Puente)
Mes y día Núm. Aparatos Objetivos Núm. servicios
Mayo 1938
21 5 Aeródromo
Belsierre
22 5 Puértolas
26 4 Puértolas
27
Aeródromo Belsierre
28 Puértolas
31 5 Bielsa
y Pineta
Junio 1938
9
3
10 2
13 7
Tella 2
14 7 2
15 3
Grupo 1-G-2, de cazas Heinkel-51, (He-51)
Mes y día Núm. Aparatos Objetivos Núm.
servicios
Mayo 1938
25 6 Sector
130 BM
29 6 Sector 130 BM
Junio 1938
1 6 Sectores 72 y 130 BM 2
2 5 Sector 130 BM
4 6 Sector
130 BM
9 6 Sector
130 BM
11 Sectores
72 y 130 BM
12 4
15 9 Bielsa y Parzán
1.ª Brigada Aérea Hispana
Grupo XXX de bombardeos, Savoia-79, (S-79)
Mes y día Núm. Aparatos Objetivos Núm.
servicios
Mayo 1938
12 9 Laspuña
14 12 Río Cinca
Junio 1938
7
7 Bielsa
y Plan 3
8 9 Laspuña
y Tella 2
8 8 Plan 3
Grupo 2G22 de bombardeo Junkers-52,
(Ju-52), (Calamocha)
Mes y día Núm.
Aparatos Objetivos Núm. servicios
Junio 1938
9 Bielsa
y Parzán 1
(Cuadros de elaboración propia del autor)
Datos extraídos de los Diarios de operaciones de unidades tanto
nacionales como republicanas o de diarios personales.
( ) Dato desconocido, ya sea en número de aparatos, objetivo o número
de servicios.
Frecuencia diaria de intervención y modelos de aparatos
Fecha Modelo
Abril 1938
3 He-51 (*)
5 He-51 y S-79 (*)
15 R-37
21 R-37
25 R-37 (**)
26 R-37
30 R-37 (**)
Mayo 1938
1 R-37
2 R-37
4 R-37
5 R-37
8 R-37
(**)
9 R-37
10 R-37 (**)
11 R-37
12 R-37,
S-79
14 S-79
21 He-45
22 H-45 (ofensiva de Balaguer)
25 H-51
26 H-45
27 H-45
28 H-45
29 H-51
31 H-45
Junio1938
1 H-51
2 H-51
4 H-51
7 S-79
8 S-79
9 H-45,
Ju-52
10 H-45
11 H-51
12 H-51
13 H-45
14 H-45
15 H-45,
H-51
(Datos de elaboración propia del autor.)
(*)
Beltrán, Antonio; obra citada.
(**) De Sobregrau, Ramiro C., Diario de Guerra
NOTA: Los días sin intervención corresponden, generalmente, a los períodos
de mal tiempo, ya sean de lluvia, de niebla o nieve.
Fuentes específicas utilizadas
LIBROS
Ferrerons Ruiz,
Ramón y Gascón Ricao, Antonio: “El Esquinazau”,
perfil de un luchador; Zaragoza,
1981.
.---
Huesca: La Bolsa de Bielsa. Fotografías
1938. Huesca, 1991.
Gascón
Ricao, Antonio: Beltrán. El Esquinazau. Jaca, 2002.
Gascón Ricao,
Antonio: La Bolsa de Bielsa, el heroico
final de la República en Aragón.
Huesca, 2005.
La batalla del
Ebro.
Monografías de la Guerra de España, núm. 13. Madrid, 1978
Torres,
Estanislau: La Bossa de Bielsa. Barcelona, 1977.
Lojendio,
Luis María de: Operaciones militares de la Guerra de España 1936-1939. Barcelona, 1940.
PUBLICACIONES
PERIÓDICAS
Gascón Ricao, Antonio: La Bolsa de
Bielsa (1938). Historia y Vida, núm. 184, julio 1983.
.--- La Bolsa de Bielsa. Más cerca de
la verdad. Trébede, núm. 18, septiembre 1998.
Mortera,
Artemio: Aviones sobre la Bolsa de Bielsa. Historia y Vida, núm. 196, julio 1984.
Bielsa:
un homenaje a reconciliación. El Día de Huesca, 4-5-1991.
DOCUMENTOS PROCEDENTES DEL
ARCHIVO HISTÓRICO DEL PCE
Beltrán Casaña,
Antonio: Acciones defensivas de la 43 División en el Pirineo aragonés. Manuscrito.
Moscú, 1941.
[1] Artículo publicado con el título
La Bolsa de Bielsa. Más cerca de la verdad,
en Trébede, núm. 18, septiembre de 1998, con algunas modificaciones.